viernes, 9 de marzo de 2012

Estaba en la playa, sin ningún acompañante, estaba desierta. Frente a mí no había nada más que el mar y el horizonte, tan luminoso como el mejor día de verano. A mi derecha sólo se encontraba la arena, caliente por los rayos del sol de mediodía, a mi izquierda, una casa vieja, enterrada bajo un acantilado que recorría toda la costa, era imposible saber hasta donde en verdad. Intenté abrir la puerta pero no podía, por lo que entré por una pequeña ventana al costado de la misma, sólo veía una antigua mesa iluminada por una pequeña vela, al lado encontré un objeto, en ese momento no sabía de qué se trataba; por unos momentos me lo quedé observando, hasta que me dí cuenta que era un collar, gastado por sus años de uso supongo. Dentro del collar encontré una foto, tan pequeña que casi no se distinguía aquella persona cuyo rostro me pareció tan familiar. Al salir de aquella casa noté que a lo lejos, casi invisible para mis ojos por la luz del Sol, había una persona, mis inquietudes por saber quien era salieron y comencé a caminar; al ver que estaba muy lejos comenzaron a aparecer mis ansias, así que empecé a correr, tan rápido que me sorprendía de mí misma. Cuando llegué, me sorprendí al ver a aquella persona, no era como la recordaba, en ese momento era vivaz, se la notaba llena de energía. Recuerdo que la última vez que ví a mi abuela estaba demacrada, se notaba que su hora había llegado, aunque no quería creer eso. Me abrazó, como si no me hubiese visto en años, me sentí feliz al poder verla otra vez, pero triste al saber que no podía ser real aquel hermoso sueño. Por un momento me sentí completa, no necesitaba nada, era mi complemento. Comenzamos a escuchar unas suaves notas musicales, nos pusimos a bailar; aunque no bailaba tan bien, disfrutamos ese pequeño instante. Nos volvimos a abrazar y nos alejamos la una de la otra. Me dijo algunas palabras, cuyo significado no entendí, parecían balbuceos. Ya lejos, me dí vuelta y ella me saludó, supe que era sólo una visita del cielo, un pequeño instante de felicidad. Cansada por el trayecto, me recosté en la arena y contemplé, con lágrimas en los ojos, el cielo, tan perfecto, tan sutil, tan pacífico como mi alma.

Lucía Carolina.